“Es un buen tipo mi viejo, que ando solo y esperando, tiene la tristeza
larga de tano venir andando. Yo lo miro desde lejos, pero, somos tan distintos,
es que, creció con el siglo, con tranvía y vino tinto… viejo, mi querido viejo”.
Hola papá. Cuántas veces me has
mencionado que envejeces, y en todas aquellas veces sólo me quedo ahí, mirando
y a veces sonriendo sin saber que decir. Sí. Te haces viejo, lo he notado, es
que ya no das para tanto palo, pero, sin embargo sabes como luchar a favor o en
contra de toda santa premonición, sigues ahí. Guerrero has sido y aún lo sigues
siendo, tú armadura ya veo estropeada, ¡Ay apá!, el tiempo hace sus jugadas, mírate,
mírala, míranos. ¿Cuándo el tiempo nos tumbo de tus hombros?, no me di cuenta.
Sangre, sudor y lágrimas te han salido caras, pero, supiste atesorarlas. Tus anécdotas
relatan caminos espinosos, te considero mártir, por tus pies no siento lastima,
aún escondes dolores, ¿ves que no miento?, Guerrero.
Ayer en tus manos me mirabas al cargarme,
hoy frente a ti me apoyo para recibir tus consejos. Verás que buena muleta
estás forjando.
Mira el tiempo como un gran amigo
que hoy por hoy, también se ha vuelto el mío. Eres de valor y valores exóticos,
con tu fuerza de voluntad, mueves montañas sin necesidad del grano. Eres mí héroe
de marvel, grandioso y poderoso; eres mí museo invaluable, no hay más de uno
como vos, eres mí libro favorito, el primero que leí de pequeño y que aún
conserva todas sus páginas.
No tengo pensado esperar el día en
que te tengas que marchar, sé que ya lo sabes, pero, prefiero afirmarlo. Te
quiero, no por decir, te quiero en verdad, nunca te lo he dicho, agradezco por
lo mucho que me has brindado y que sin pedir me sigues enseñando. Lastima que
tuvieron que pasar los años en un apagón… Gracias, te debo una vida.
“Yo soy tu sangre, mi viejo, soy tu silencio y tu tiempo.”